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viernes, 29 de junio de 2012

LA INDUSTRIA CULTURAL ¿LA INDUSTRIA DEL ADORMECIMIENTO? Por Vanina Montes





“El pato Donald en los dibujos animados como los desdichados en la realidad
reciben sus puntapiés a fin de que los espectadores se habitúen a los suyos”

Dialéctica del Iluminismo
 (M. Horkheimer y T. Adorno)


Introducción

Este trabajo propone una reflexión acerca de la industria cultural, el concepto de masa y la comunicación de masas. El modo en que afectan al comportamiento social los mensajes televisivos, el tratamiento que se le da a algunas noticias en los informativos, y en los distintos programas, abocándonos más específicamente a la violencia de género y los casos de femicidios,[1] lamentablemente en aumento.

Para comenzar por el principio, el término comunicación tiene múltiples significados, Roberto Marafiotti lo define como “la acción directa de volver común aquello que social, política o existencialmente no debe permanecer aislado”.[2]

Teniendo en cuenta, además, que esta acción comunicativa es asegurada por el lenguaje y que los actos de producción del lenguaje implican el uso del discurso, podemos establecer su importancia como “estrategia del sujeto”[3] y pensar el discurso no solo respecto de lo expresado, sino también del modo en que, al escuchar, se realiza una selección, un recorte; donde para pronunciar una idea tuvimos que dejar afuera otra.

Se pondrá especial énfasis en la naturalización que se produce, en la era de la comunicación,  cosas tan aberrantes como los femicidios: se vuelven “comunes”. La exigencia de tomar conciencia es el reto de romper, definitivamente, con esta normalización.

En Argentina cada día y medio una mujer muere por violencia de género.[4]

Una madre, una hija, una hermana, una tía de alguien es asesinada por su marido, novio o ex. Y más allá de algunas organizaciones de mujeres que de manera aislada, no articulada, se manifiestan o acompañan a algún que otro caso, nada parece despertar a la sociedad de este letargo: si sos mujer y te mata tu compañero o quien lo fue, solo te llora tu familia, y la sociedad, toda, silencia, apaña, acompaña esta matanza de mujeres.

¿Cuánto tiene que ver la industria cultural con esto? Y más: ¿acaso podemos desligarnos de toda responsabilidad y echarle absolutamente toda la culpa a los medios hegemónicos de comunicación masiva?

Y si nos referimos al lenguaje que utilizamos para construir nuestros discursos, ¿cuál es el que se utiliza en los medios para tratar los casos de violencia de género? ¿Qué es lo que realmente buscan? ¿Entender por qué un machista mata? ¿Justificar lo injustificable? ¿Terminar con el problema? ¿O naturalizarlo?



[1] El asesinato de una mujer por el solo hecho de serlo, en manos de su marido, pareja, novio o ex.
[2] Marafioti, R., Sentidos de la comunicación, Biblos, Buenos Aires, p. 78.
[3] Ídem.
[4] La violencia de género fue declarada en el 2012 emergencia nacional por dos años en la Argentina.

CARTEL PUBLICITARIO DE UNA CASA DE INDUMENTARIA EN PLENO CENTRO COMERCIAL DE LOMAS DE ZAMORA


COMUNICACIÓN DE MASAS

¿Somos una masa amorfa?

La teoría de la aguja hipodérmica (o teoría de la bala mágica) es la primera sistematización de análisis del uso de los medios. Hay que tener en cuenta que no es el resultado del estudio de un autor, sino un consenso acerca de cómo interpretar los fenómenos masivos y sus influencias, vinculada con los temores que provoca influir a los grandes públicos. Se trata más bien de instituciones globales y de posturas generales.[1] Todo ello en un momento en que existían una serie de posiciones en relación con el estudio de las masas y la desintegración que causaba sobre el individuo.

Esta teoría decía que había una relación directa entre las conductas de los individuos y la exposición a los mensajes. O sea que en la medida en que una persona se encuentre más expuesta a los medios, a las publicidades, a las propagandas, a los mensajes en general ya sea de radio cine o televisión, es más manipulable, influenciable y controlada.[2]

Las primeras investigaciones a manos de sociólogos, psicólogos y psicólogos sociales no serían muy alentadoras. Lassweell, docente de la Universidad de Chicago interesado en temas vinculados a propaganda, opinión pública, asuntos públicos y elecciones, sienta las bases para posteriores teorías. Se vale de la experiencia de la guerra de 1914 a 1918. Y los medios de difusión resultan instrumentos fundamentales, indispensables para la gestión gubernamental de las opiniones tanto de los aliados como de las poblaciones enemigas. Desde allí y gracias al desarrollo tecnológico, la comunicación y la “democracia” van de la mano. Lasswell dirá que la propaganda es el único medio de suscitar la adhesión de las masas. Más económico que la violencia y más perdurable en el tiempo.[3]

Se continúa pensando en el público como un blanco indefinido que responde al mecanismo estimulo-respuesta y que se puede influenciar utilizando la estrategia, el discurso adecuado.

Pero la realidad es que si hablamos de medios masivos hablamos, en principio, de un producto disponible para múltiples receptores y receptoras, con cultura, educación y pensamientos diversos. Por lo cual nos es casi obligatorio abandonar la perspectiva que supone a un espectador pasivo, con sentidos embotados por la recepción masiva y reiterada de mensajes. O que como una esponja que absorbe agua, hombres y mujeres  absorbemos mensajes. También es real que en la comunicación de masas el mensaje va en un solo sentido y los espectadores son solo eso: participantes sin poder ser parte del intercambio que es menester en todo proceso de comunicación. De ese modo, el término comunicación de masas debería utilizarse para referirse a la “producción institucionalizada y la difusión generalizada de bienes simbólicos”.[4]


LA INDUSTRIA CULTURAL INFANTIL.

Desde chicos estamos expuestos a todo tipo de mensajes. Siendo niñas y niños somos más vulnerables a ellos y con la inocencia que caracteriza la edad una cree en los más grandes y así sienta las bases de su personalidad.

¿Son iguales los dibujos animados y cuentos infantiles en cuanto al mensaje si los destinatarios son nenas o varones?

En cuanto a literatura y cuentos infantiles que fueron llevados al cine y a la televisión, entre los más emblemáticos y repetidos sistemáticamente, para las niñas, podemos encontrar a Blancanieves, una adolescente con una madrastra malvada, quien presa de una vanidad extrema intenta asesinar a su hijastra, por considerarla más linda que ella. Blancanieves escapa de su hogar y se interna en el bosque, donde encuentra a siete enanitos y se hace cargo de ellos; lava, limpia, plancha, cocina y cuida de los siete enanitos hasta que su madrastra logra envenenarla y solo el príncipe azul puede salvarla, devolverle la vida con un solo beso.

Otro relato de los más repetidos a las niñas es el de Cenicienta. También fallece su padre y queda desprotegida, pero además de la madrastra malvada se le suman tres hermanastras más malas aún. También Cenicienta debe limpiar para todas, el príncipe del reino organiza una fiesta y la magia debe hacerse presente para que la pobre pueda conseguir ropa acorde para esta gala, así puede seducir al príncipe que, nuevamente, será el único que podrá rescatarla de los maltratos recibidos en su casa.

En La Bella Durmiente, otra madrastra malvada, al morir el padre, comienza a querer deshacerse de la protagonista. En este caso la pincha con una aguja mientras cose y se duerme eternamente. Es llevada a la torre de un castillo y… ¿adivinen cómo se salva? Exactamente. Un príncipe bien parecido, alto, flaco, rubio y de ojos azules, es el único que puede rescatarla; y lo hace.

Así podríamos continuar con miles y miles y tendrían los mismos mensajes, transversales a todos los relatos. La pesadilla siempre comienza cuando un hombre (el padre) muere, no está para cuidar a la adolescente. Las enemigas siempre son otras mujeres, las protagonistas adoran limpiar y lo hacen sin protestar, y hasta se hacen cargo de siete enanitos con un instinto maternal tal que, aunque en el capítulo anterior eran niñas, se convierten en mama casi por arte de magia. Y siempre, siempre, la protagonista debe esperar pasivamente a que otro hombre (el príncipe, la pareja) las rescate.

Todas las narraciones posteriores irán por ese rumbo. Las novelas, las series de televisión, las películas de cine. Con esta clase de relatos crecemos.

El estereotipo de princesa entonces es ser linda, dócil, buena, hacendosa, resistente, con instinto maternal (como si existiera) y llena de paciencia, ya que solo hay que esperar al príncipe azul que nos rescate.

En el caso de los cuentos destinados más al sexo masculino, encontramos, por ejemplo, a Pinocho, un carpintero que no tiene hijos, fabrica un muñeco de madera que cobra vida, al cual le crecía la nariz cuando mentía, y toda la historia trascurre con la necesidad de Pinocho de convertirse en humano, hasta que lo logra gracias a su propio comportamiento.

El Frijol Mágico, trata de un niño que siembra una semilla de la cual crece una planta que llega hasta el cielo, el niño asciende por ella se encuentra con un castillo y un ogro malvado con el que tiene que luchar para escapar.

El Flautista de Hamelin, es un niño que, a través de su arte de tocar la flauta, libera a toda su ciudad de una plaga de ratas. Como verán, en el caso de los niños el mensaje es que hay que ser honesto, bueno, inteligente, fuerte y habilidoso en las artes y en la lucha para lograr sus objetivos. Los malvados suelen ser monstruos o animales, y no dependen de nadie más que de su propio desempeño para lograr la felicidad.

La diferencia es clara, y cuando nos vamos a la industria del cine o la televisión, las películas y series de niños son, en su mayoría, narraciones donde la violencia es el medio para lograr los objetivos; mientras para las niñas el medio para alcanzar la felicidad es la espera del príncipe azul, la sumisión, el desempeño en las tareas del hogar y, básicamente, la belleza.

“Los dibujos animados tienen el efecto de martillar en todos los cerebros la antigua verdad de que el maltrato continuo, el quebrantamiento de toda resistencia individual, es la condición de vida en esta sociedad (…) Así resulta por lo menos dudoso que la industria cultural cumpla con la tarea de divertir de la que abiertamente se jacta”.[5]











5 Posición correlativa con la psicología conductista o behaviorista creada por John B. Watson (1878-1958) y desarrollada por Burrhus Frederic Skinner (1904-1990).
6 Marafiotti, R., Sentidos de la comunicación, Biblos, Buenos Aires, p. 142.
[3] Ob. cit., p. 143
[4] Ob. cit., p. 87.
[5] Horkheimer, M. y Adorno, T., Dialéctica del Iluminismo, Akal, Madrid, p. 53.



FEMICIDIOS

¿Puede la difusión mediática provocar un efecto de imitación?

Fundamentamos este trabajo en el gran aumento de femicidios. En 2010 fueron 260 las mujeres asesinadas por sus parejas, novios o sus ex parejas. En 2011 la cifra ascendió a 290 mujeres.

En la medida en que ganamos autonomía y pretendemos decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, somos disciplinadas a través de la violencia machista, que puede ser emocional, sexual, económica, física, hasta llegar a los crímenes más crueles, como quemarnos vivas.

En los diarios, en la televisión, se referían a estos femicidios como “crímenes pasionales”, “mató por amor”, “la acuchilló por celos”. Justifican, de esta manera, con el gran amor y la pasión el asesinato.

Wanda Taddei estaba casada con Eduardo Vázquez, baterista del grupo “Callejeros”. Tenía 2 hijos de otra pareja y 29 años cuando el 10 de febrero del 2010, en una discusión con su pareja sufrió quemaduras gravísimas en el 60 por ciento de su cuerpo.
Vázquez declaró que estaban discutiendo, que ella estaba limpiando un cd con alcohol y éste se les cayó encima; que él prendió un cigarrillo y se le incendio un brazo, cuando Wanda quiso ayudarlo se incendió y así, tras once días de agonía, falleció.

El 15 de junio de este año fue sentenciado a 18 años de prisión por haber asesinado a su esposa. Se trata de uno de los pocos femicidios con condena, aunque después de más de dos años. La mayoría de los femicidas están libres. Las pericias demostraron que la braza de un cigarrillo no enciende el alcohol, que solo puede suceder al acercar la llama de un encendedor.

Tomo este caso como referencia porque el hecho de que Vázquez fuera el ex baterista del grupo de rock Callejeros, banda involucrada en la tragedia de Cromañon –la discoteca incendiada por una bengala el 30 de diciembre del año 2004 que causó la muerte de 294 jóvenes–, dio más repercusión al caso, en programas de radio, televisión y diarios.

No fue un femicidio más. Tuvo un impacto tremendo en los medios de comunicación masiva, la noticia era tratada y difundida tanto por los noticieros como por los programas de espectáculos, con conductores y conductoras sin ninguna perspectiva de género, ni conocimiento alguno sobre estos temas, ni asesoramiento previo, ni especialistas que acompañen.

En años anteriores a este caso (por ejemplo, 2008) habían sido dos las mujeres quemadas por sus parejas. En 2009, seis mujeres fueron asesinadas de esta forma. Después del caso Wanda otras diez mujeres resultaron quemas en 2010. Y en este año, hasta el 2 de junio, se conocieron diez casos más y hay otras diez mujeres en estado grave, internadas.[1]

La justicia demoró ocho meses en creer que Wanda había sido prendida fuego por su marido. Desde que se dictó la falta de mérito a Vázquez, hasta que fue procesado y detenido acusado de homicidio agravado por el vínculo, el mensaje de la Justicia y de los medios hegemónicos era que un hombre podía incendiar a su mujer y el hecho quedar impune.

Al llegar al hospital con más del 50 por ciento del cuerpo quemado a la mujer se la induce al coma, o sea que casi nunca pueden declarar, se silencian, y eso se comentaba en todos los medios. El accidente doméstico al limpiar los cd con alcohol se consolidaba, así, como la versión oficial. Y natural.

Después de Wanda 50 mujeres más resultaron incendiadas.

El último caso que se conoció es el de Laura Emilia Sánchez. Tiene 30 años, sufrió quemaduras en el rostro, en la cabeza y en el pecho. Laura sí pudo hablar y dijo que antes de incendiarla su pareja, que se encuentra detenida, expresó: “Está de moda, te voy a quemar”

A partir de la muerte de Wanda no solo crecieron los casos de mujeres asesinadas bajo esta modalidad, también los llamados de sobrevivientes de violencia de género a los centros asistenciales de mujeres que contaban que sus novios o ex parejas, las amenazaban diciéndole “Te voy a prender fuego como a Wanda”.

Un estudio realizado en España por investigadores del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante,[2] analizó si aumentan, después de ser difundidos en programas de televisión, los casos de femicidios cometidos por parejas o ex parejas de las víctimas.

Se tomó, para este trabajo, el periodo de 2003 a 2007, en el que se registraron 340 muertes de mujeres en manos de sus parejas en España.

Las conclusiones fueron que “la cobertura televisiva de los femicidios puede incrementar en un 42 por ciento la probabilidad de muertes por estas causa”. En cambio, “las noticias sobre medidas para abordar la violencia de género parecen mostrar un efecto positivo que reduce en un 10 por ciento la probabilidad de femicidios”. Sobre la base de estos resultados una de la investigadoras, profesora titular en Salud Pública en la Universidad de Alicante, Carmen Vives Cases, señaló: “la violencia de género debe mantenerse como tema de noticia en la agenda de los medios de comunicación masiva, mientras siga siendo una causa de componente de la mortalidad de mujeres” pero agrega que “se debería incluir más información sobre el contexto en el que la violencia de género se produce, con mayor variedad de fuentes informativas, que incluya la perspectiva de expertos/as, profesionales y mujeres sobrevivientes”. Por último añade que  “los medios de comunicación deben consolidarse como una valiosa herramienta de difusión de información sobre las respuestas sociales existentes y los derechos de las mujeres en situaciones de maltrato”. [3]





REFLEXIÓN


Esta violencia específica contra las mujeres tiene dos características que no se dan en caso de víctimas varones: por un lado la dimensión del fenómeno y, por otro, la naturalización social.

Desde niños y niñas crecemos con conceptos machistas, que diferencian y ponen a un sexo sobre el otro. A los nenes los crían para pelear, para ser bien machos, y conseguir a través de su inteligencia, de su progreso personal, de sus habilidades para la lectura, la cultura, el arte y, en última instancia, la fuerza alcanzar sus objetivos. A sabiendas de que hay una mujer esperando a que ellos la salven. Y, claro, si te salvan –como en los cuentos– una les debe la vida.

A las nenas en cambio nos crían para ser sumisas, dócil, bellas, hacendosas en las tareas del hogar y pacientes para esperar al príncipe azul, haciendo de éste el mayor objetivo de nuestras vidas para alcanzar la felicidad.

Así hoy, año 2012, tiempo de la lucha por la igualdad social y la comunicación, vemos a adolescentes de 20 años deprimidas, frustradas por no tener pareja. En cambio el hombre adolescente va relajado por la vida, de princesa en princesa, todas de su pertenencia, pero siempre es el que decide sí o no.

La princesa no puede resolver abandonar al príncipe, y si lo hace pagara con la hoguera.
No podemos callar esta realidad, cada día y medio un hombre asesina a su compañera o quien lo fue, no puede silenciarse, taparse o no tratarse en los medios.

En el tratamiento de esta noticia se repetían sistemáticamente conceptos como, “Wanda no era dócil”; “dicen que Wanda era muy celosa y no aceptaba la vida de rockero de su marido”; “fue un caso de violencia intra-familiar”, todas conjeturas que llevan a justificar este asesinato injustificable. Y, sobre todo, a que la sociedad tome el caso con una naturalidad que espanta. Tanto o más que el femicidio mismo.

La repetición universal de los términos adoptados por los diversos medios y personajes que lo componen, torna a éstos, de algún modo, en familiares, así como se impone el nombre de un producto que, repetido en todos los medios y en sus protagonistas suben las ventas. La repetición ciega y la rápida expansión de palabras establecidas, relaciona a la publicidad con las consignas totalitarias. El estrato de experiencia que hacía de las palabras, las palabras de los hombres que las pronunciaban, ha sido enteramente arrasado y en su pronta asimilación la lengua asume una frialdad que hasta ahora solo la había distinguido en las columnas publicitarias y en las páginas de los anuncios de los periódicos.[4] Las personas hacen suyas palabras y conceptos que no llegan a entender o ni siquiera conocen. Y se naturalizan hechos tan aberrantes como los femicidios.

El problema no está en que se difundan los casos a través de los medios de comunicación masiva, sino en qué conceptos, qué palabras, qué lenguaje se utiliza para transmitir. Desde dónde se dice. Qué se dice.

Como periodistas debemos reflexionar sobre cómo informamos sobre estos crímenes. Es un hecho que cuando se trata el tema en los medios y se dan los números para pedir ayuda, estos llamados crecen.

En Argentina, más de 170 periodistas de distintas provincias se agruparon en la Red por una comunicación no sexista. Y han elaborado un decálogo para el tratamiento de la violencia contra las mujeres, que ha sido presentado en la Corte Suprema.[5]

Este decálogo entre otras cosas recomienda:

§        Informarse sobre la problemática.
§        Contextualizar el tema.
§        Hablar de femicidio en vez de crímenes pasionales (no hay pasión que justifique la violencia).
§        Evitar el morbo al informar, con detalles innecesarios de cómo se produjo el homicidio.
§        Dar teléfonos de donde pedir ayuda.

Y como espectadores y espectadoras debemos reflexionar acerca de si realmente elegimos, si nuestros pensamientos son realmente nuestros, si no estamos siendo reproductores y reproductoras de una construcción cultural donde el machismo impera sobre nuestras vidas, si no estamos haciendo nuestro, de manera casi instintiva, este modelo de sociedad que nos vende la industria cultural.

¿Realmente crees que ante un asesinato de una mujer en manos de su marido, novio, pareja o ex pareja, cabe preguntarse por qué?

La industria cultural, si bien atravesada por un marcado pesimismo, no es una crítica que clausura las posibilidades de este tiempo. Adorno y Horkheimer, observan, en sus textos, una vía posible de ruptura, una alternativa salvífica: el arte.
No podemos negar que el genero femenino, el 50 por ciento de la población mundial fue impedido, por esta sociedad patriarcal de ser parte de la creación del arte de las convenciones culturales, de los estudios durante mucho tiempo. Es menester entonces que un género deje de oprimir al otro, para que la grieta sea posible.  

¿Cuánto arte posible, cuánta sensibilidad? ¿Cuánta humanidad irredenta se hace cenizas en cada femicidio?

Romper la espiral sangrienta, criminal, de los femicidios, denunciar el modo en que la industria cultural contribuye con la siniestra voluntad de clausurar esta posibilidad de redención humana, es, debería ser, un propósito insoslayable, nuestro, de todas, de todos.
Y cuidado que yo lo escriba o que vos ahora lo leas, no quiere decir que dejemos de sentirnos oprimidas, oprimidos, o que dejemos de oprimir.
Es mucho más complejo y profundo que eso, se trata de una deconstrucción cultural diaria, de desaprender. Ahora,  y solo siendo más que pretenciosa con este trabajo, solo lo sabremos, lo vemos, lo entendemos.
Nos queda un largo trabajo.
Construir una industria cultural llena de arte libre, real, que visibilice otras mujeres y otros hombres.



[1] Datos del Observatorio de femicidios en la Argentina que coordina La Casa Del Encuentro.
[2] European journal of public health,(vol.19, Nº 6, 592-596) 2009
[3] Carbajal, M., “Ni una mujer más quemada”, Página/12, 15 de junio 2012, p. 20.
[4] La industria cultural. Iluminismo como mitificación de masas. Pag 75
[5] Decálogos de tratamiento periodístico de la Violencia contra las Mujeres en sus diferentes idiomas en el perfil de Issuu.com de la Red PAR: http://issuu.com/redpar

El Periodismo tiene un rol social fundamental para prevenir y denunciar esta violación a los Derechos Humanos. Por eso, la Red PAR convoco al Periodismo el jueves 7 de junio día del periodista desde las 13 en el Obelisco de Buenos Aires.



 Bibliografía.
 
Marafioti, R., Sentidos de la comunicación, Biblos, Buenos Aires
Horkheimer, M. y Adorno, T., Dialéctica del Iluminismo, Akal, Madrid
La industria cultural. Iluminismo como mitificación de masas
Observatorio de femicidios en la Argentina que coordina La Casa Del Encuentro.
Carbajal, M., “Ni una mujer más quemada”, Página/12, 15 de junio 2012, p. 20
European journal of public health, (vol.19, Nº 6, 592-596) 2009
Decálogos de tratamiento periodístico de la Violencia contra las Mujeres en sus diferentes idiomas en el perfil de Issuu.com de la Red PAR: http://issuu.com/redpar






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