Buscar este blog

lunes, 13 de junio de 2011

Violencia sexual en Latinoamérica y el Caribe

La Organización Mundial de la Salud define la violencia sexual como “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de ésta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de Trabajo”. (Jewkes et al., 2002). Un limitado pero creciente conjunto de evidencia indica que la violencia sexual es un grave problema en toda la región de Latinoamérica y el Caribe (LAC), no sólo como problema de salud pública sino también como violación de los derechos humanos.



Los estudios revisados destacan evidencia de que la violencia sexual es un grave problema omnipresente en la región. En toda la extensión de la región de LAC, la evidencia indica que las mujeres corren mayor riesgo de sufrir violencia sexual perpetrada por sus parejas. Las encuestas de población han encontrado que la prevalecía a lo largo de la vida de relaciones sexuales forzadas por una pareja íntima varía entre el 5% y el 47% (ver Tablas 2a y 2b). Además, una considerable minoría de
mujeres y niñas sufren abuso sexual por parte de personas que no son sus parejas, según se indica en un análisis de estudios de LAC, el cual encontró que entre el 8% y el 27% de las mujeres relatan haber sufrido violencia sexual por alguien que no era su pareja (Ellsberg, 2005).
Al igual que en otras regiones, la mayoría de los perpetradores que no son las parejas de las víctimas son conocidos por éstas, por ejemplo: parientes, vecinos, amigos, colegas, curas y maestros (Jewkes et al., 2002; García-Moreno et al., 2005). Sin embargo, en algunos casos el perpetrador es un extraño. En la región, las formas más comunes de
violencia sexual por una persona distinta a la pareja son: abuso sexual de menores y jóvenes de ambos sexos, la trata y la explotación sexual, la violencia sexual durante el proceso de migración, el acoso sexual en el lugar de trabajo y la violencia sexual en situaciones de emergencia o de conflicto armado. La evidencia indica que las consecuencias para la salud reproductiva, sexual, física y psicosocial de las víctimas de la violencia sexual pueden ser severas y duraderas (Jewkes et al., 2002). Se calcula que sólo un 5% de las víctimas adultas de violencia sexual en la región denuncian el incidente a la policía. Los principales motivos por los cuales muchas mujeres no denuncian la violencia sexual son: a) estigma, vergüenza y temor a sufrir discriminación; b) temor a represalias del perpetrador; c) sentimientos de culpabilidad; d) complejidad de denunciar el delito; y e) falta de apoyo por parte de la familia y amistades; y la expectativa de que los organismos responsables de imponer el cumplimiento de la ley serían ineficaces o incluso abusivos.
Cuando las mujeres al fin buscan los servicios, casi siempre buscan apoyo del sector salud o del sector jurídico; sin embargo, la calidad de las respuestas de los servicios de ambos generalmente es deficiente (Morrison et al., 2004).
En toda la extensión de la región, las investigaciones han documentado numerosos fracasos de estos sectores, por ejemplo: la falta de infraestructura básica; actitudes y conductas discriminatorias y patriarcales por parte de las personas prestadoras de servicios, que justifican las acciones de los perpetradores y culpan a las víctimas, lo cual resulta en revictimización; la incapacidad de los servicios para proteger a las mujeres de acciones punitivas por parte de los perpetradores; la falta de privacidad y confidencialidad, y problemas estructurales como personal insuficiente, procedimientos complicados y demasiado burocráticos.

Iniciativa de Investigación en Violencia Sexual
Unidad de Investigación sobre Género y Salud
Consejo de Investigación Médica
Private Bag x385
0001
Pretoria
Sudáfrica

No hay comentarios:

Publicar un comentario